“De los enfermos se aprende todo. Tú le das una milésima y ellos te devuelven diez mil”

La Santísima Virgen tiene maneras únicas y primorosas de llegar al corazón de sus hijos y en el caso de Adela García Rodríguez, presidenta de la Hospitalidad de Lourdes en Granada y conciliaria del cuerpo de hermanas cofrades de la Hermandad de las Angustias, lo hizo a través de una felicitación de Navidad, cuando nuestra protagonista más la necesitaba. Lo que no sabía Adela por aquel entonces es que la remitente de esa carta, la Hospitalidad de Lourdes en Murcia, era sólo el punto de partida de su conversión y de un amor hacia la Virgen y los enfermos que llena de sentido su vida.

¿Cómo surge en usted el amor por los enfermos y su vinculación a la Hospitalidad de Lourdes, de la que es presidenta en Granada?

Surge de una manera espontánea, en 2004. Ya vivía sola en casa y me encontraba hundida porque había pasado por un cáncer, mi marido había muerto un año antes, el 23 de diciembre, en cinco meses había perdido a dos hermanos y un sacerdote que está con nosotros había sufrido también un cáncer y un infarto . Una noche, en que venía de estar en Gualchos con mi hijo sacerdote, Vicente Guerrero, vi entre las cartas una felicitación navideña de la Hospitalidad de Lourdes de Murcia. Esa felicitación era para mi hijo Francisco. Él había ido de médico con ellos un año antes. Cuando vi la felicitación me dije: ¿y si me fuera de voluntaria a Lourdes, a ver si cambio un poco? Lo pensé aquella noche y al otro día llamé a la responsable, Leo, prima hermana de mi marido. Le dije que me iba a Lourdes. Me pidió que llamara a Antonia, una chica minusválida que llevaba muchos años yendo con la Hospitalidad de Murcia y quería formar una Hospitalidad en Granada. Me preguntó si quería ir como enferma o como voluntaria, porque yo había pasado un cáncer, y le contesté que de voluntaria.

¿Se encontraba en un momento de rebeldía con Dios después de todo lo pasado?

Lo que sentía era un vacío. Le preguntaba a Dios porqué había hecho eso conmigo. De hecho, con todo preparado y cuando iba a subirme al autobús le dije a mis hijas que lo había pensado mejor y que no iba a Lourdes. Me metieron a empujones y yo, llorando lo más grande. Llevaron para despedirme a mi nieto Francisco José, que con tres meses parecía que tenía un año de lo lustroso y bonico que estaba. Mi hija María Adela me dijo que, por lo menos, fuera a ver a la Virgen para darle las gracias por el nieto que tenía.  Yo ya lo había hecho en las Angustias porque antes la Hospitalidad salía del Violón y lo último que hacíamos era despedirnos de la Virgen. En el viaje iba el que es ahora nuestro consiliario, don José Gabriel Martín. Me dio muchos ánimos durante el camino pero seguí llorando hasta Lourdes. Cuando llegamos lo primero que hice, como es habitual en la Hospitalidad, fue acercarme a confesar. El sacerdote, don Emilio, actual consiliario de la Hospitalidad de Murcia, me dijo que no llorara más porque iba a provocar una inundación y saldríamos todos por lo hondo del río. Cuando terminé quise irme al hotel a descansar, pero una señora de Gualchos me animó a ir a la capilla donde está expuesto siempre el Santísimo. Para mí es una antesala del Cielo. Estuve allí como tres cuartos de hora. Entré muy mal porque había pasado por momentos muy duros en dos años y medio de hospitales, pero en la capilla empecé a tranquilizarme y cuando salí se acabaron los llantos y las amarguras. Me fui directamente a la gruta, me puse de rodillas delante de la Virgen y le prometí que sería hospitalaria, que estaría al servicio de los enfermos y de quien me necesitara mientras viviera y que ayudaría a formar la Hospitalidad de Granada. Fue el primer paso.

¿Cuáles fueron los siguientes?

Antes, la Hospitalidad estaba en Motril, no en Granada, y aquel año de 2005 la Hospitalidad de Murcia celebró el encuentro de delegaciones en Motril. Me pidieron que fuera a Motril y el presidente de la Hospitalidad de Murcia sugirió que debía formar parte de la Hospitalidad de Motril. En noviembre me nombraron secretaria de la Junta Directiva, un cargo que he ejercido durante diez años. Cuando pasó ese tiempo me presenté a las elecciones y pasé a ser presidenta.

¿Qué siente por los enfermos?

Son mi debilidad. Cuando veo una persona en silla de ruedas, con muletas o mayor me entra una sensación por dentro que no te puedes ni imaginar. Durante la pandemia he estado enganchada al teléfono porque para los enfermos no hay horarios. La Hospitalidad no es sólo un viaje a Lourdes sino un año entero pendiente de esas personas. Luego está el amor tan tremendo que he tenido desde siempre a la Virgen. Mis hijos dicen que es una enfermedad lo que siento por Ella. Gracias a los enfermos he aprendido también a rezar el rosario. Para mi era un rollo tantas avemarías seguidas, un suplicio. Cuando íbamos en peregrinación a Lourdes yo me quedaba dormida mientras rezaban el rosario. Luego, mi nieta Lourdes se puso mala y estuvimos tres días casi esperando a que se muriera hasta que una mañana me dijo mi hijo que teníamos niña. Me fui a San Agustín, donde está nuestra sede, y me puse delante de la Virgen de Lourdes. Le pregunté ¿qué te puedo ofrecer para darte las gracias mientras yo viva, algo que me cueste mucho trabajo? No sé si sería el aire, pero me pareció que se movía su rosario de encaje. Le prometí entonces no acostarme ni una noche sin rezarle el rosario, que se ha convertido en una inyección de vida. Me han pasado tantas cosas con Ella que cuando me propuso Pepe Romero ser parte de la Hermandad de las Angustias, algo que no creía posible, no me lo pensé. El día que le llevé los papeles a don Francisco me dijo de broma “Lo mismo no lo autorizo”, pero entré en la Hermandad en 2008.  Desde entonces no he faltado ni un año a la novena, donde me pidió participar la entonces decana, Mari Carmen González. En 2018 pasé a ser conciliaria gracias a la actual decana, Carmen Muñoz.

El haber sufrido en carne propia la enfermedad ¿le ha hecho entender mejor el sufrimiento de los demás y el valor de ese sufrimiento?

Por supuesto. Haber pasado por un cáncer y ver el sufrimiento de mi marido me ha hecho ser muy sensible y me ha ayudado a saber tratar a los enfermos. Cuando entré en la Hospitalidad yo tenía mucho genio y creía que todo se arreglaba así, cuando las cosas se arreglan realmente con humildad, con paciencia y tragándose muchos paquetes.

-¿Ha aprendido mucho de los enfermos?

-De ellos se aprende todo. Tu le das una milésima y ellos te devuelven diez mil. Cuando te dicen que tienen ganas de verte o te dedican una sonrisa ves recompensado todo lo que haces por ellos.

A diferencia de otros lugares en los que se ha aparecido la Santísima Virgen, Lourdes congrega una mayor cantidad de enfermos. ¿Eso lo hace especial?

Lourdes tiene algo muy especial, el trato con los enfermos y con los demás. Compartes mucho, dolor y alegría. Cuando salen de la piscina y te dicen que se sienten nuevos o te contestan, cuando regresan a sus casas, que es algo inexplicable lo que han vivido en la peregrinación es una emoción muy grande, al igual que la que siento cuando trabajo y ayudo a la Hospitalité en lo que me pongan. Lo hago siempre al servicio del enfermo. Cuando me dan las gracias, a mi me parece que me las da la Virgen, porque has colocado bien al enfermo, porque le has puesto una manta…Te hacen entender que le vida no es un camino de rosas, pero ellos son felices con lo que tienen.

De Lourdes se trajo hace dos años las reliquias de Santa Bernardita para ser veneradas en la Catedral de Granada.

Cuando las recogimos en Lourdes fue el momento más importante. El corazón se quedaba chico y tuve esa misma sensación cuando llegaron a la Catedral. Por la noche, con la puerta cerrada y los miembros de la junta a solas delante de las reliquias pensé que si ella pudo con todo lo que le mandó el Señor, que era mucho, porque no iba poder yo con lo pequeño.

¿Qué enfermo le ha emocionado más?

Estaba en el servicio de piscina y nos quedaba sólo una chica que venía en una camilla. Tenía unos treinta años y mediría un metro, con los codos rotos, los tobillos con heridas y escaras por todo el cuerpo. La primera que entró en la piscina fue la madre. Es una piscina larga y al final está la Virgen de Lourdes. Se agarró a Ella pidiéndole que no se la quitara pero que no sufriera dolor su hija porque era lo único que tenía. No fuimos capaces de continuar y rompimos a llorar. Cuando acabamos me metí yo en la piscina, me acordé de mi nieto y me dije que no tenía derecho a quejarme de nada. El servicio de piscina es el que más trabajo tiene, el que más impacta, pero al que sacas más fruto. Ves toda la debilidad del ser humano y el sufrimiento tan tremendo que hay en la vida.

Para ser hospitalaria ¿hay que ser especialmente fuerte?

Sí, pero en el momento en que te pones en manos de la Virgen Ella te da la fuerza. Desde que me subo en el autobús camino a Lourdes hasta que regreso Adela se queda en Granada y va solo la voluntaria.

¿Se siente a la Virgen en Lourdes?

Desde que entras en el recinto. Recuerdo que un mes de febrero pasábamos por la gruta y había un olor que no te podías ni imaginar. Y estaba todo seco, sin flores y los árboles sin hojas. He tenido tantas vivencias…y cuando entro al Camarín de la Virgen de las Angustias siento algo muy parecido pero no con la profundidad de Lourdes. Allí le he dicho a la Virgen que el día que me muera me gustaría estar allí con Ella. Y mis hijos lo saben.

Otro momento muy intenso para usted es cuando los hospitalarios y enfermos hacen su ofrenda de flores a la Virgen de las Angustias cada 15 de septiembre.  Ese día están presentes con fuerza sus dos advocaciones, la de Lourdes y la de las Angustias.

Cuando paso delante de la Virgen y le digo, como siempre hago, que le pongo a sus pies mi familia y a todos los enfermos que le llevo mi corazón está ese día partido.

Son muchas más las experiencias que ha tenido con la Virgen de las Angustias pero ¿cuál ha sido la más bonita?

Las custodias que hago junto a Ella a puerta cerrada, a solas y sin que nadie me vea. En esos momentos, aunque la Virgen sabe lo que llevo por dentro, le digo todo lo que pienso y siento.

Lleva con mucho orgullo ser madre de sacerdote, de don Vicente Guerrero. ¿Quién enseña a quien ahora?

Nos enseñamos mutuamente. Hay días en que es una catequesis continua lo que tengo con él. Algunas veces, en su cumpleaños o santo le pongo en un whatsapp que bendito sea Dios por el hijo que me ha dado y su contestación siempre ha sido, bendita seas tú por haberme dado la vida, por haberme enseñado a vivir como cristiano. En una ocasión que vino a Lourdes le preguntaron cómo había sido la experiencia. Contestó que maravillosa, pero que se había dado cuenta de que no era nadie, sólo el hijo de Adela.

Ya tiene herederos en la Hospitalidad, su hija Inmaculada, su yerno Jairo y sus cuatro nietos, Francisco José, Ana, Lourdes y Jairo. ¿Cómo se vive esa experiencia en familia?

Es la gota que colma el vaso. El primer año en que fue mi hija embarazada con su marido se dirigieron a la gruta y le prometieron a la Virgen que si era niña se llamaría Lourdes, como así fue. Al año siguiente nos llevamos a Lourditas y cuando me hinqué en la gruta con ella en brazos fue tal el temblor que me entró que dije “Virgen Santísima, no des lugar a que vea que mi niña falta de mi lado”. Al año y medio se puso mala y salió adelante y me pregunté si aquello fue por lo que le pedí a la Virgen. Luego han seguido yendo y la niña lleva tan dentro de sí Lourdes que el último año que estuvimos era digna de ver. Cuando se expuso el Santísimo colocó sus manos atrás y agachó la cabeza.  Una mujer mayor, en silla de ruedas, le preguntó porque estaba así y ella le contestó que se lo había enseñado su tito Vicente. En la puerta de la Virgen de las Angustias, llevando los carrillos, le pidieron que tuviera cuidado para que no se pillara un pie y ella les contestó que sabía llevar un carro. Cuando veo a todos en Lourdes es una satisfacción muy grande. Mis cuatros nietos, mi hija y Jairo son hospitalarios y el próximo año se vienen conmigo, por vez primera, mis dos nietos mayores. Un año estaba comiendo en el hotel de Lourdes y tenía que estar pronto en una reunión. José Gabriel me hacía esperar y yo me impacientaba. Me tuve que arreglar en un espejo del hall y mientras me pintaba los labios sentí ¡Abu! Me sorprendieron mis dos nietos mayores. En aquel momento me derretí y me abracé llorando a ellos. Estuvieron dos días conmigo en la peregrinación. Cuando veía a Ana repartiendo agua y a Francisco José ayudando con los carros le pedí a sus padres que me los dejara y el año que viene, por fin, mis cuatro nietos van a estar conmigo, además de Inma y Jairo.

¿Cómo se puede hacer uno hospitalario?

Sólo poniéndose en contacto conmigo. Antes, quien quería hacer una peregrinación en la primera semana de julio la hacía y ya está, pero ahora queremos que funcione con más compromiso, que la gente se apunte, se haga su carné y se le imponga su medalla. Nos gusta que el primer año vayan de voluntarios para ver lo que sienten porque no todo el mundo es capaz de sobrellevarlo. Hay que madrugar mucho, trasnochar y estar pendientes del enfermo.

Hemos hablado de la Virgen de Lourdes y de las Angustias pero que todo comienza con la Virgen de los Dolores de su tierra, Güejar Sierra.

Empecé a vestirla hace cuarenta y tres años y hubo un momento en que se le restauró la cara y el cuello. Me la llevé a casa y la metí en mi dormitorio mientras tanto. Fue lo más hermoso que me había pasado con la Virgen hasta entonces y me hizo quererla mucho. Cuando mi hijo se ordenó sacerdote la postal que hizo de recuerdo fue con la imagen de la Virgen de los Dolores de Güejar Sierra. En mi casa se le quiere con delirio.

En resumen, la secuencia de su amor mariano sería: Virgen de los Dolores, Virgen de Lourdes y Virgen de las Angustias.

Cuando termino la oración que rezo todas las noches dejo a la Virgen de las Angustias para la última. “Virgen de Lourdes, ruega por nosotros, Santa Bernardita, ruega por nosotros, Virgen de los Dolores, ruega por nosotros, y Virgen de las Angustias, Reina y Madre de Granada, extiende tu manto sobre todos nosotros y no permitas que nos separemos de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”. Desde que me operaron duermo todas las noches con estampas de la Virgen de las Angustias, de Lourdes y de Los Dolores y un pañuelillo de la Virgen de las Angustias.

Por María Dolores Martínez  

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