“Ser catequista es transmitir lo que a mí me hace feliz, mi fe”.

“Cuando preparas cualquier celebración la vives otras vez. Y cuando se trata de una comunión o de una confirmación creo que las sientes igual que ellos”

Lo define muy bien Rosa Martínez al explicar su labor como catequista de la Basílica de las Angustias. No se trata de una clase teórica de religión. La fe hay que vivirla y llevarla a la práctica cada día de nuestra vida. A las puertas ya del mes de mayo, de las comuniones y confirmaciones, la parroquia se llena aún más de actividad con los últimos preparativos y reuniones de cara a estas grandes celebraciones. Culmina el trabajo de todo un curso, pero en la hoja de ruta de este comprometido equipo humano, que forman todos los catequistas, es sólo un suma y sigue. Nos acercamos hoy a los salones parroquiales para conocer su trabajo a través del testimonio de tres de las responsables de los grupos de postcomunión y confirmación, Elena Carayol, Rosa Martínez y Lola Navarro.

No pueden ocultar su orgullo por transmitir a los niños y adolescentes lo que la fe ha representado en sus vidas pese a que en este último año hayan tenido que recurrir tantas veces a los medios telemáticos para poder desarrollar su labor. “Preferimos hacer las reuniones presenciales porque una catequesis online es complicada -asegura Rosa Martínez- pero tenemos que amoldarnos a todo lo que vaya viniendo. Hoy, por ejemplo, nuestra compañera Lola no ha podido venir porque su pueblo está confinado y el encuentro con su grupo tiene que ser online. Y no es lo mismo porque el tema técnico o la wifi pueden dificultarlo. La catequesis no es una clase de religión y, a veces, vienes con un tema preparado y luego el Señor quiere que la clase vaya por otros derroteros porque un niño pregunta, se abre un debate o se cuentan experiencias. Lo que hacemos es evangelizar”.

En el caso de Lola Navarro, docente de profesión al igual que Elena Carayol, las reuniones online han traído consigo enseñanzas muy enriquecedoras para su grupo y para ella misma. “Cuesta un poco al principio, pero al vivir fuera de Granada ha tenido que ser así. Hay una niña que es muy tímida en el grupo y me dice que al ser online no se pone nerviosa y participa ahora más que presencial. Le tranquiliza estar en su habitación. Me ha sorprendido que han salido muchas cosas que no lo han hecho en todos los años que llevo con ellos, desde que hicieron la comunión. Temas de autoestima, ansiedad, por las circunstancias que vivimos. Ya son más mayores y al ser online he notado una mayor madurez y seriedad. Cada uno miraba en su interior e intentaba ayudar al otro. Un día salió el tema de la autoestima de una niña y todos la ayudaron aportándole lo que a ellos les hacía sentirse bien. Ese día les dije que la catequesis me la habían dado ellos a mí”.

Se da la circunstancia, además, de que el grupo de Lola hizo la confirmación el pasado 17 de octubre y, aun así, ha decidido continuar con ella con la catequesis porque se han convertido en toda una piña desde empezaron a prepararse para la comunión con siete años. Son diez y ahora tienen quince, dieciséis años. “Son amigos. Yo tengo un grupo con ellos, pero creo que ellos tienen ya un grupo aparte. Quedan para los cumpleaños, en verano, para darse sus paseos por el centro, para merendar. Lo que ocurre es que les pilla en una época en que ya no son chiquitillos como los de comunión, ni mayores para ser catequistas o monitores en Calahonda, que les encanta. Hay que mantenerlos un tiempo todavía.”

Ni que decir tiene que la Basílica patronal y la Virgen de las Angustias tienen un enorme gancho a la hora de plantearse los padres donde quieren que sus hijos se preparen para recibir la primera comunión aunque, a diferencia de otros colegios y parroquias, la catequesis dure todavía tres años, en lugar de los dos de la actualidad. Como dato significativo destacar que en el primer año de catequesis hay cuatro grupos preparatorios, en el segundo, tres, y en el tercero, cuatro cada miércoles por la tarde. De esos grupos son responsables las catequistas Francisca Montejo, Mª Concepción Pérez, Francisca Muñoz, María del Coral Contreras, Mª Carmen Jaldo, Mª Francisca Jiménez, Feli Núñez, Genoveva Jiménez, Gloria María Llamas y Mª Pilar Rodríguez.

“En la parroquia hay muchos grupos de comunión –explica Elena Carayol- porque a la gente le hace mucha ilusión hacer la comunión en la Virgen y hay niños que son de la zona, pero también de fuera, de pueblos. El párroco y las catequistas consideran que la comunión es algo muy importante y por eso no se ha reducido el tiempo de preparación”.

Otra diferencia notoria es la creación de grupos de postcomunión los viernes por la tarde. “En muchas parroquias no los hay –continúa Elena- porque esa edad es muy difícil y muchas familias piensan que las catequesis están orientadas a un sacramento y un momento celebrativo. Terminan y cuando son más grandes se reenganchan a la confirmación. Aquí, gracias a Dios y a la Virgen, siempre tenemos grupos, aunque no tantos como los de comunión. Solo tres o cuatro, con treinta niños en total. Luego, hay que ver el tiempo que siguen con nosotros y hasta que no vemos que están preparados para la confirmación, no se hace”.

Continuar con las reuniones, una vez recibida la comunión, se plantea complicado también cuando la catequesis entra en competencia con tantas actividades extraescolares. “A todos los niños, de Escolanía, del Genil o de fuera de la parroquia se les invita a continuar con las catequesis. También lo hace el párroco, don Blas, que es el encargado de coordinar con los catequistas todos los grupos, pero te encuentras con que tienen muchas actividades extraescolares y la familia entiende que con la comunión termina una parte de su formación.” “La familia –añade Rosa- juega un papel muy importante. Nosotros invitamos a todo el mundo y se ponen hasta carteles, pero la última palabra la tiene la familia. Unos ven la comunión como algo social y otros optan por continuar porque les gusta”.

Eso por lo que respecta a los niños, aunque hay jóvenes y adultos que no han recibido este sacramento y pasan a formar parte de los grupos de los catequistas Paloma Hernández, Antonio López, Toñi Pozo, Carmen Guindo y Maribel O’Valle. Los hay, incluso, que empiezan desde cero en la Iglesia católica y tienen una preparación y un seguimiento especial para poder recibir los tres sacramentos: bautismo, comunión y confirmación. “Una realidad que -asegura Elena- hace unos años no se daba tanto y ahora se solicita a la parroquia con más frecuencia”.

En síntesis, de lo que se trata en todos estos grupos de comunión, postcomunión y confirmación es de transmitir el mensaje cristiano, adaptándose a todas las realidades sociales, cada vez más complejas e, incluso al horario laboral de los adultos. De ahí que también haya grupos los domingos por la mañana. Para Rosa, en sintonía con esa idea, “la Virgen es una casa de puertas abiertas. Ella, como Madre, acoge a todo el mundo, a sus hijos, y por eso no le cerramos las puertas a nadie”.

La felicidad de transmitir la fe

“Ser catequista –para Elena- es transmitir lo que a mí me hace feliz, mi fe. Y mi fe es una forma de vida. Es lo que yo intento enseñarles a los niños. Es ser generosa y devolver lo que yo he recibido. Por eso no se me olvidan mis catequistas, a las que tengo mucho cariño. La Virgen es mi parroquia y el sitio adecuado para hacerlo porque en ella es donde vivo mi fe, con la gente que hay en ella. Esta parroquia tiene muchas realidades y es muy rica en cuanto a todos los grupos que tiene, la Hermandad, Cáritas, la Pastoral de la Salud… Se puede ver que el cristianismo es vida, que hay mucha gente muy comprometida y muy distinta a las que les guía el amor y la fe, tanto a Dios como a la Virgen porque este templo tiene un matiz mariano. La Virgen de las Angustias despierta mucho cariño en Granada y esa imagen que acoge al Hijo me invita a mí también a acoger a todas las personas que vienen a la parroquia dentro de mi parcela”.

El caso de Rosa es distinto. “No es mi parroquia pero, siendo de Cenes, llevo ya aquí veintiochos años y no te sabría explicar por qué. Sí por quien, porque estos son los milagros de Dios y de la Virgen. Nos llevamos muchas sorpresas, también, con los niños”. Emociones que se sienten, especialmente, cuando participan en una celebración junto a ellos. “En mi caso, y en el de todas las catequistas, cuando preparas cualquier celebración la vives otras vez. Y cuando se trata de una comunión o de una confirmación creo que las sientes igual que ellos. Somos unos instrumentos en manos de Dios y nos dejamos llevar por Él”.

“Es una alegría grandísima el día que se confirma un grupo–añade Elena- y luego, cuando vuelves a ver gente, en otros ámbitos, a la que le has dado catequesis te das cuenta que permanece el cariño y el vínculo que has creado”.

Para Lola “las Angustias, como para todos los granadinos, es toda una referencia. De iglesia, de Madre y de Virgen. Siempre la he tenido muy presente porque mi abuela era muy devota. Cuando Blas me lo propuso no lo dudé porque es un regalo ser catequista aquí. Es transmitir la fe y el amor a la Virgen porque lo he vivido desde chica. Por eso procuro terminar siempre con una oración de agradecimiento a Ella por estar aquí y protegernos.

La fe en comunidad y al aire libre

La catequesis no siempre se circunscribe a clase sino que en el plano práctico se vive intensamente en las actividades al aire libre, en el campo, en los retiros de pre Pascua o campamentos de verano en Calahonda y las celebraciones que tiene cada grupo en la Basílica, una vez al mes o coincidiendo con fechas y tiempos importantes del calendario litúrgico. En este sentido, la misa de Don Francisco de cada domingo, a las 11:00 horas, se ha convertido en todo un referente, por lo ameno de la celebración y de los cantos, dirigidos por Rosa Martínez. Ejemplos recientes han sido las actividades de pre Pascua, las celebraciones penitenciales, la extraordinaria del Miércoles de Ceniza y la participación de los niños en el Vía Crucis en la Basílica y en el Llano de la Perdiz y un encuentro en la terraza de la parroquia. También habrá en este último trimestre celebraciones de la Palabra, con momentos de oración, y algún día especial coincidiendo con el mes de María.

“Dios está en todas partes, las veinticuatro horas del día -asegura Elena-. Nosotros nos vemos los viernes una hora pero tienes que ser cristiano toda la semana, en la catequesis, en la Eucaristía del domingo, en los campamentos… Y tan cristiano es estar en catequesis como hacer bien los trabajos del colegio o ayudar en casa. Es vivir como Jesús quiere”.

En esa convivencia es, precisamente, donde se forjan los valores.  “La fe no se vive solos, sino en familia y en comunidad, aunque muchos niños y jóvenes sean de fuera y esta no sea su parroquia. Es como si fueras a clase, pero luego no hicieras los deberes. Por eso la celebración es tan importante y los invitamos a que vengan a la Eucaristía”, explican Elena y Rosa. El papel de la familia en el crecimiento de la fe es fundamental y por ello los catequistas tienen siempre informados a los padres de cualquier actividad o celebración programada o les involucran para que también se sientan partícipes, siempre y cuando las medidas sanitarias lo permitan.

El sentido de comunidad y de familia también lo viven entre ellos los catequistas a la hora de coordinar las clases y seguir un mismo criterio. Según Elena “es importante el vínculo que se crea. Siempre hay un momento antes de las clases, los viernes, en que nos vemos porque tenemos que planificar el trimestre, preparar cualquier celebración, dar algún tema de formación, rezar juntos o saber cómo se siente cada uno”.

Luego, en clase, cada catequista le da su toque personal o se ve sorprendida por la espontaneidad e inocencia de los niños porque sus sentimientos o preocupaciones también están muchas veces a flor de piel y quedan reflejados en las reflexiones que hacen de un texto bíblico o en las peticiones o acciones de gracias con las que se cierran las clases. “Expresan la vida –nos comenta Elena-. A veces están nerviosos cuando llega la época de los exámenes y piden porque están muy agobiados o porque tienen a su abuela en el hospital. Cosas muy personales para que ellos se sientan partícipes e Iglesia. Otras veces rezamos un padrenuestro o un avemaría juntos.”

Para Rosa su “principal enfoque es que vean a Dios como un padre y a la Iglesia y la Virgen como una madre. Que hay una casa y una familia donde son una pieza fundamental”. Por eso, continua Elena, “es muy importante el papel de las nuevas generaciones, que se sientan protagonistas y que se vean a los jóvenes en las parroquias, cosa que no es fácil. Son el futuro y es una alegría cuando participan, leen y preparan en cualquier celebración”.

En ese sentido, reforzar su personalidad y talentos se vuelve indispensable, según Lola. ”Este año me estoy centrando mucho en sus dones para que sean conscientes del don que son también para los demás. Hace poco hemos estado viendo el valor de las cosas pequeñas y como deben centrarse en el día a día. Lo que me gustaría transmitir siempre es que sean un canal de Dios, que en el caminar seamos Jesús. Lo que me inspiró a estar aquí es que mis pasos se parezcan a los de Él cada día y es lo que quiero que a ellos se les quede también. Un día les pregunté donde veían a Dios en las cosas del día a día y una niña me respondió que me veía a mí y veía a Dios. Yo les dije que los veía a ellos y también veía a Dios. Es lo que yo pretendo, que lo vean siempre”.

Por María Dolores Martínez

error: El contenido está protegido.