“Sé que mi apellido se ha perdido y para el mundo cofrade soy la madre de Nacho. Y lo llevo con mucho orgullo y satisfacción”.

“Mi madre era una mujer de fe y me transmitió la confianza en la Virgen, que es quien guía nuestra vida”

Hace treinta y cuatro años María del Carmen Tovar Soto, prefecta de Formación y Juventud y Vice-Secretaria de la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, recibió “un regalo de Dios que lo cambió todo”, su hijo Nacho. Y con él empezó a recorrer el camino más difícil de su vida, hasta convertirse en “la madre de Nacho” o “madre coraje”, como muchos se refieren a ella. Gracias a ese valor, a su enorme fe, a la confianza en la Virgen, al maravilloso ejemplo que tuvo en su progenitora, Encarnación Soto, y al testimonio de vida de las Hijas de Cristo Rey, con las que creció, no sólo ha sabido derribar muchas barreras en favor de la personas con discapacidad sino forjarse también un nombre importante en el mundo cofrade y, en especial, en sus tres Hermandades, la de las Angustias, la Borriquilla y San Agustín.  Lo dice ella misma: mientras Dios y la Virgen te den fuerzas hay que tirar siempre para adelante.

 

-El pasado 14 de febrero volvía a ser protagonista de un acto cofrade al presentar en la Iglesia de El Salvador el cartel de la Cofradía de la Estrella. Pese a todas las restricciones y medidas sanitarias ¿cómo fue ese reencuentro?

-Muy emotivo. A la Cofradía de la Estrella la he visto nacer, desde que empezó a salir del Colegio Cristo Rey. Además, muchos miembros de la Junta y hermanos han sido mis alumnos. La presentación fue también un homenaje a unas personas a las que yo quería mucho y que, de diferente manera, han dado todo por su hermandad, como El Batato y una religiosa de Cristo Rey, Mari Carmen Morillo. Fue vocal de cultos, profesora mía cuando era una niña, luego compañera, amiga y, desgraciadamente, el Covid se la ha llevado. También quise rendir homenaje al barrio del Albaicín que ha sido mi otra casa durante cuarenta y un años.

-En esa presentación habla también de los sentimientos de los cofrades durante el confinamiento.

-El cartel era muy bonito, una composición en la que la cara del Señor estaba realizada con fotos de todos los hermanos. Había fotos antiguas con la trayectoria de la cofradía junto a fotos del Jueves Santo, de cómo se sentían los hermanos en ese día. Muchos pusieron altares en su casa, otros, simplemente fotos. Fue un Jueves de Hermandad.

-Aunque en lo fundamental la Semana Santa no ha cambiado, la del 2020 tuvo que ser especialmente dura para usted.

-Lo pasé mal, con el sentimiento de que no podía ser. Nos llegó todo el 14 de marzo cuando estábamos ya en Cuaresma y habíamos hecho muchos actos. Lo que hice fue seguir por televisión todo cuanto hacía el Papa Francisco y nuestro arzobispo, Don Javier. Mi mente no quería pensar que llegaba el Domingo de Ramos y cuando llegó, aquella mañana miré al cielo y me puse a llorar. Luego, mi hijo Nacho se levantó, pusimos la música, estuvimos viendo el programa de Semana Santa y a las diez de la noche dijo Nacho “El Domingo de Ramos se ha acabado”. 

-A eso hay que añadir que hacía pocos meses que había perdido a su marido después de una larga enfermedad.

-Él había muerto en noviembre y la verdad es que se juntó todo.

-Este año si podremos asistir a las celebraciones litúrgicas de Semana Santa en los templos y ya se han expuesto los titulares de distintas hermandades y cofradías para los Solemnes Quinarios. ¿Le compensa en parte el cambio?

-Sí que compensa porque ya tenemos asumido todo y sabemos lo que viene. En la anterior Semana Santa estábamos encerrados en casa y sin poder ir a la iglesia a estar con el Señor. Ahora si podemos hacerlo.

 -Junto a la presentación de la Estrella ¿qué otros actos, premios u homenajes recuerda con especial cariño? Porque son unos cuantos…

-El premio Sánchez Mesa, el premio a la mujer cofrade, el pregón de la Virgen de los Remedios, el de Paciencia y Penas y el de la Exaltación Cofrade de la Semana Santa en Cristo Rey pero, sobre todo, recuerdo el primer cartel que presenté, el de la Borriquilla en 2012. Un cartel muy bonito con la imagen del Señor y los costaleros y nazarenos rodeándole. Fue un cúmulo de emociones porque expresé todo lo que llevaba por dentro y sentía por mis titulares. Pero esa emoción tan grande tuvo una contrapartida a los dos días porque a mi madre le detectaron un cáncer.

-Gracias precisamente a su madre, Encarnación Soto, no sólo crece en usted la pasión por el mundo cofrade sino también por la Santísima Virgen de las Angustias. Cuando hace memoria ¿cuáles son esos primeros recuerdos?

-Como vivíamos en la calle Jesús y María veíamos pasar por allí todas las procesiones y cuando no lo hacían nos íbamos a la esquina de San Matías. Mi madre estaba muy ligada a la parroquia de San Matías, donde colaboraba mucho. Recuerdo ir con ella cuando regresaba la Virgen de las Penas para que los miembros de la cofradía nos dieran las flores y, también, ayudaba a montar, junto a mi madre, el monumento para el Jueves Santo. También tengo muy presente la primera vez que leí en público. Fue en una Hora Santa, con las Siete Palabras, en San Matías. Se empeñó mi madre y don Nicolás Rodríguez, el párroco, y me tocó leer la sexta palabra, “Todo está cumplido”, que se quedó para mí hasta que se fue ese párroco. Tenía entonces catorce años. Desde pequeña también iba a ver siempre a la Virgen de las Angustias y cada vez que salía no había año en que mi madre no nos contara que mi abuela siempre venía de Santa Fe en peregrinación a las seis de la mañana, el día de la procesión. Mi abuela estuvo también el día de la coronación canónica de la Virgen, en 1913.

-A su madre se le recuerda con especial cariño en la Basílica y en la Hermandad. Hasta el último momento con la Virgen ¿verdad?

-Mi madre murió la noche de Reyes y hasta el 30 de diciembre, en que se cerraba el Año Jubilar por el centenario de la coronación de la Virgen, en 2013, seguía yendo con ilusión a la Basílica, participó en esa Eucaristía de cierre y pasó la canastilla como siempre. Fue a despedirse de la Virgen porque ella sabía que estaba grave. Cuando mi madre muere de un infarto, en brazos de mi hija Mamen, había estado preparando los regalos que hacía siempre a los sacerdotes por los que sentía un especial cariño. En su funeral el sacerdote dijo que ella había tenido el mejor regalo de Reyes, que era estar ya con el Señor y la Virgen. Mi madre era muy especial, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitaba y muy querida también en la UVI del Hospital Ruiz de Alda, donde era la pinche y se encargaba de las comidas de los médicos y enfermos. Estaba siempre tan atenta que cuando veía a una familia pasarlo mal, allí estaba ella con su tila preparada.

-¿Qué enseñanzas de ella le han quedado más marcadas?

-Me siento orgullosa de ella y de su amor por la Virgen. Era una mujer de fe y me transmitió la confianza en la Virgen, que es quien guía nuestra vida. Siempre se daba a los demás, ayudaba en la parroquia, era ministro de la Eucaristía, que para ella era lo más grande, le gustaba estar en las custodias de la Virgen, el día de la ofrenda se ponía a vender lotería en las filas y luego a los propios vecinos, los carteles de la ofrenda se los llevaba al frutero, al panadero…y siempre repartía estampas. Estaba para todo aquel que la necesitara.  Pienso en ella todos los días.

-Además de hacia su madre ¿Por qué otras personas ha sentido una admiración especial?

Me he educado con las Hijas de Cristo Rey desde los tres años y por eso llevo grabado en mi alma a Cristo Rey y la adoración al Santísimo. He tenido personas claves en mi vida que me han enseñado con el testimonio de la suya a seguir este camino de fe.

-Después de haber estado doce años como conciliaria en la Hermandad de la Virgen de las Angustias, un día el actual Hermano Mayor, Miguel Luis López-Guadalupe, le pide formar parte de su Junta de Gobierno. ¿Cómo acogió aquella propuesta?

-Fue un honor y en ese momento se me vino a la mente mi madre. Sé que desde el cielo ella se siente muy orgullosa.

-Ya lleva tres años en ella, pero con anterioridad había estado diez en la Junta de Gobierno de la Borriquilla, como Vice-Hermana Mayor. A la hora de tomar decisiones ¿qué diferencias hay entre una hermandad patronal y otra de Semana Santa?

-Es muy distinto. En la de Semana Santa tú piensas en tu cofradía, en tus titulares, en tus hermanos, en qué enseres puedes adquirir o mejorar y en hacerlo todo lo mejor posible, pero cuando se trata de la Patrona no puedes pensar sólo en tus hermanos sino en toda una Archidiócesis y las decisiones hay que meditarlas muy bien.

-No es habitual que una mujer forme parte de una Junta de Gobierno y ahí está el ejemplo de hermandades y cofradías de muchísimos años. ¿Cree que la figura femenina empieza a coger una mayor fuerza en puestos de responsabilidad?

-En la Junta de la Hermandad de la Virgen de las Angustias sólo hemos estado hasta ahora Mari Carmen González, Carmen Muñoz y yo. Hay que pensar que hasta que no se funda el cuerpo de hermanas cofrades, en 1982, en la Hermandad sólo había hombres. Como en todo, la vida evoluciona. Por eso es un orgullo pertenecer a esa Junta, como lo fue también formar parte de la Junta de la Borriquilla. Ahí fuí la primera mujer en ser Vice-Hermana.  

-Siguiendo con la idea de romper moldes, en su estado de whatsapp tiene puesto “Las peores barreras arquitectónicas son algunas formas de pensar”. En su caso, podríamos decir que se ha convertido en su particular grito de guerra ¿Cuántas barreras cree que ha derribado y cuantas le quedan por echar abajo?

-Muchas y las que he derribado han sido con mucho esfuerzo. No sólo lo he hecho por mi hijo Nacho sino por todas aquellas personas que están como él o incluso peor. Cuando he luchado por las rampas de los autobuses, porque saliera de cofrade en Semana Santa…he pensado también en los demás. Siempre he ido a los sitios con mucha fe y educación. He tenido que hablar con políticos, con el gerente de la Rober para la rampa de los autobuses y no me ha importado plantarme donde hiciera falta.

-El giro que da su vida cuando nace Nacho es tremendo.

-Hace treinta y cuatro años llegó un regalo de Dios a nuestras vidas, que lo cambió todo. Desde el momento en que me dicen que tiene parálisis cerebral hay que trabajar todo el día con él y en Granada sólo había un terapeuta. Había que hacerle rehabilitación en Trauma y a nivel particular también para que pudiera salir adelante. He hecho todo lo que me han dicho y más. Por eso, para mí es un orgullo cuando los médicos me dicen que no se corresponde lo que sale en las pruebas y en los TAC con lo que ven en Nacho. Lo he llevado a todos los sitios porque para mí no ha habido barreras. Nacho es hermano horquillero de la Virgen, va a los toros, al festival de Granada, al teatro…porque le gusta todo.

-Cuándo ve a Nacho convertido en todo un hombre, integrado en cualquier ambiente, saliendo en una procesión, rodeado de cariño y, encima, muchos se refieren a usted como la madre de Nacho o la madre coraje. ¿Lo tiene asumido ya?

-Por supuesto. Sé que mi apellido se ha perdido y para el mundo cofrade soy la madre de Nacho. Y lo llevo con mucho orgullo y satisfacción. Cuando le dan el ‘Nazareno de plata’ es el reconocimiento de que una persona con limitaciones estaba recibiendo un premio. Además, ha sido la primera persona con una discapacidad que ha estado en una Junta de Gobierno en Granada, en la vocalía de cultos de la Borriquilla.

-Seguiré mientras Dios me de fuerzas, le he escuchado decir alguna vez. ¿Cuántas veces ha sentido esa fuerza?

-Muchas veces. Cuando no puedo y mis fuerzas flaquean, porque ya tengo unos años, mi frase es “Señor ten misericordia de mí y ayúdame”. Y a nuestra Madre, la Virgen de las Angustias, también se lo pido. Y para adelante.

-Hace unos años Nacho pasa por un momento especialmente complicado de salud y en esa ocasión la Santísima Virgen de las Angustias parece que se hace especialmente presente en su vida. ¿Cómo lo vivió?

-Nacho estuvo muy grave, no parecía ni él e incluso decía que yo no era su madre. Creía que aquello no tenía solución. El sábado antes de la procesión había ido con Nacho para ver a la Virgen, cuando la bajaban del Camarín, pero llegué sólo hasta la Sacristía. Nacho no quería estar allí, le molestaba la gente. Me tuve que ir y mi madre, como solía hacer siempre, se quedó para verla. Mientras rezaba por Nacho vio que se habían caído de la imagen de la Virgen dos pañuelitos de los que se le meten en ocasiones. Don Francisco, que estaba al lado de mi madre, le dijo “Encarna, coge los dos pañuelos”. A raíz de ahí, Nacho empieza a ponerse bien y uno de esos dos pañuelitos lo llevo siempre conmigo.

-Al lado de la Virgen ¿Qué momentos le han sobrecogido de forma especial?

-Siempre me emociono con la forma en que miran a la Virgen las personas que acuden a visitarla, especialmente en este último septiembre. La gente lloraba al verla. Siempre me piden que pase cosas por el manto porque tienen alguna necesidad o a alguien enfermo. También me emociono cuando recuerdo a un hermano horquillero que tiene la costumbre de besar su anillo de casado, me lo da para que lo pase por el manto de la Virgen en una custodia y luego le vuelve a dar otro beso. Me lo ha pedido varios años y me parece precioso porque pone su matrimonio en manos de la Virgen. Otro momento que recordaré siempre fue cuando en 2019 me puse delante de la Virgen y toqué la campana del paso en la procesión para que volviera a andar. Eso es indescriptible.

-El amor por la Virgen de las Angustias ya va por la cuarta generación en su familia y ahora son sus nietas, Laura y Carmen, a quienes les toca coger el testigo. ¿Sienten ya el gusanillo cofrade?

-Claro. Ya son hermanas de mis tres hermandades, la de la Virgen de las Angustias, la Borriquilla y San Agustín. Desde la cuna les he inculcado el amor por la Virgen y Laura, la mayor, que tiene cinco años, siempre que pasa por la Carrera tiene que entrar a ver la Virgen.

 

Por María Dolores Martínez

 

 

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