El Apostolado de Pedro Duque Cornejo

El conjunto escultórico de los Apóstoles, el Salvador y la Virgen de la parroquia granadina de Nuestra Señora de las Angustias es uno de los proyectos de mayor envergadura que marcarían la trayectoria del escultor, pintor y arquitecto de retablos sevillano Pedro Duque Cornejo (1678-1757). La obra le fue encargada en la segunda década del siglo XVIII por la Hermandad de la Esclavitud de Nuestra Señora de las Angustias,en un momento en que la corporación vivía un momento de renovado esplendor, después de que sus reglas hubieran sido reelaboradas por el sacristán mayor Francisco de Ahumada en 1703. El proyecto hay que situarlo también en el contexto de la creciente rivalidad que enfrentaba a la Esclavitud con la Real Hermandad, pugna que se tradujo en una carrera por sufragar los proyectos decorativos que durante esta centuria transformaron la fisionomía del templo seiscentista. Así, mientras la Real Hermandad invertía sus esfuerzos en levantar un suntuoso camarín para la titular mariana, la Esclavitud costeó el solado de la iglesia, los retablos colaterales, las rejas de las capillas, los chapiteles de las torres, construyó una capilla propia y sufragó el Apostolado que nos ocupa.

La idea de situarlas esculturas de los Apóstoles a lo largo de los pilares de la nave se remonta, al menos, a 1712, pues fue en este año cuando el maestro alarife Juan de Ortega se encargó de tallarlas catorce repisas para las esculturas y sus correspondientes veneras que hacen de guardapolvo. El promotor de esta iniciativa pudo ser el máximo responsable de la hermandad, el esclavo menor Bernardo Martínez Níspolo, que en aquel año fue reelegido en el cargo a tenor del celo puesto en la prosecución del Apostolado. En aquel momento también fue elegido como mayordomo el ya mencionado Francisco de Ahumada, cuyo nombre permanecerá muy ligado al desarrollo de esta obra.Aunque no se ha conservado el contrato, por referencias indirectas sabemos que Pedro Duque Cornejo se obligó a realizar catorce esculturas en madera policromada, de tamaño ligeramente superior al natural, a razón de 1.600 reales de vellón cada una.

Las imágenes se fueron entregando en diferentes remesas entre 1713 y 1717.Las primeras en colocarse en la iglesia fueron las de Santiago el Mayor y San Simón (1713), seguidas del Salvador, la Virgen, San Mateo, San Matías, San Juan y San Bartolomé, que se instalaron hacia 1715-1716. Las ocho esculturas restantes fueron terminadas a finales del año siguiente, ya que el 10 de enero de 1718 el artista firmó el último recibo con el que se le terminaban de abonar los 22.800 reales que importó todo el conjunto. La hermandad también quiso agasajar al artista por medio de numerosos regalos que se le fueron entregando durante el transcurso de la obra.

La ejecución material del Apostolado tuvo lugar en un taller de la calle Candil de Granada, que Duque Cornejo habilitó ex profeso para acometer este y otros encargos para la ciudad. Al frente de este obrador quedó su cuñado, el escultor Diego Ruiz Palacios, quien se ocuparía de proseguir los trabajos durante las frecuentes ausencias de Duque Cornejo, quien paralelamente atendía el taller sevillano. Este sería el modus operandi hasta que en septiembre de 1716 el maestro se estableció de forma permanente en Granada, donde permanecería por tiempo de tres años.

La participación de Ruiz Palacios y otros oficiales de taller justifican algunas divergencias estilísticas que se aprecian en las esculturas. Aun así, prevalece en ellas un claro sentido de conjunto, logrado a través de los acusados contrapostos, las actitudes dinámicas y desenfadadas, el nervioso plegar de paños o las peanas nubosas, tan características de la producción hagiográfica de Duque Cornejo. La carga sentimental y dramática que ofrecen estos Apóstoles constituye otra nota de enorme originalidad, como si quisieran conducir al devoto en una suerte de itinerario penitencial, guiándolo por los diferentes episodios de la pasión de Cristo que se narran en el ciclo pictórico de la iglesia, y que culminaría con la escenificación del tema de la Piedad en el retablo mayor.

La distribución del Apostolado a lo largo de la nave también hay que ponerla en relación con el libro del Apocalipsis, donde los Apóstoles son parangonados con los soportes o columnas de la Jerusalén celestial. Esta interpretación simbólica gozaría de cierto desarrollo durante el Medievo y sería posteriormente rescatada en la Europa católica de la Contrarreforma. De todos los precedentes que se podrían apuntar, conviene destacar el Apostolado escultórico que contemporáneamente se estaba realizando para la basílica romana de San Juan de Letrán, templo al que la parroquia de las Angustias se encontraba muy unida a través de diferentes privilegios espirituales.

Siguiendo la tradición iconográfica, cada Apóstol aparece caracterizado con un atributo colectivo –el libro del Nuevo Testamento– y un objeto distintivo de su biografía. En el caso de San Pedro son las llaves del Paraíso, en Santiago el Mayor, el bordón de peregrino, en San Juan, el cáliz con el que trataron de envenenarle, y en el resto el instrumento propio de su martirio: la espada de San Pablo, la cruz aspada de San Andrés, la lanza de Santo Tomás, la maza de Santiago el Menor, la cruz latina de San Felipe, el cuchillo deSan Bartolomé, el hacha o alabarda (hoy perdida) de San Mateo, el serrucho de San Simón, y la alabarda de San Matías.

El acabado cromático en tonos puros es otro elemento que unifica visualmente el Apostolado, aunque la policromía plana que hoy vemos aminora su efecto plástico. Entre 1799 y 1800 las esculturas ya fueron objeto de una primera restauración que corrió a cargo del escultor Juan de Santiesteban, y es posible que con posterioridad se sucedieran nuevos repintes. Su policromía también se vio seriamente comprometida tras el incendio que se desató en el camarín de la Virgen en 1916, incidente que cubrió las esculturas de una gruesa capa de tizne. Casi un siglo más tarde, en 2007, comenzarían los trabajos de conservación y restauración que a través de una media limpieza han permitido recuperar parte de su prestancia cromática original.

El conjunto se exhibe hoy incompleto, después de que las esculturas de la Virgen y el Salvador fueran retiradas de la iglesia para dar acomodo a dos de los Apóstoles, cuyas peanas desaparecieron con la nueva tribuna para el órgano que se construyó a los pies de la iglesia tras el mencionado incendio. La imagen mariana todavía se conserva en dependencias parroquiales, mientras que el Salvador se puede contemplar hoy en el presbiterio de la iglesia granadina del mismo nombre, adonde fue cedida tras la destrucción de sus bienes muebles en 1936.

Manuel García Luque
Profesor de Historia del Arte

 

San Juan
San Pedro
Santiago el Menor
La Virgen María

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