Probablemente inspirado en el manto de Isabel II, y expresión del estilo imperante en la época, se considera el llamado manto de la Hermandad, lo que evidencia la donación a la bendita Imagen por la corporación que la custodia y venera.
Es obra decimonónica o de comienzos del siglo XX (según el P. Hitos, bordado por las MM. Dominicas por valor de 11.000 pesetas), sin que pueda precisarse mejor su datación. Una nueva cenefa de motivos florales enriquece el fondo negro de terciopelo de este manto que tradicionalmente se utilizó de forma doméstica, es decir para vestir a la Patrona a lo largo de todo el año tras sus fiestas patronales, y en los años 20 para las funciones de Semana Santa.
En 1996 lo restauró Ángel Perea.