El sacramento del Perdón

A lo largo de los tiempos la confesión de los pecados se ha conocido como sacramento de la penitencia, de la reconciliación, de la conversión, del perdón. El mismo Cristo lo instituyó, tras la Resurrección (Jn 20, 23) y por eso la Santa Madre Iglesia lo reconoce como el segundo de sus mandamientos: “Confesar los pecados mortales, al menos una vez al año, y en peligro de muerte y si se ha de comulgar”.

Esas características lo hacen recomendable en cualquier momento del año, pero la tradición cristiana reforzó su presencia en tiempo de Cuaresma y, desde luego, como preparación para la Pascua. El peregrino puede acercarse a recibir este alegre y gozoso “abrazo de Dios”, especialmente en los días iniciales de la Semana Santa. Porque este sacramento es una fiesta en la Casa del Padre, como aquélla celebrada en honor del hijo pródigo (Lc 15, 22-24).

La Iglesia nos invita a pedir perdón e indulgencia, perdón y clemencia, perdón y piedad. En el momento de acercarse al sacerdote resuenan en nuestros oídos: “Oh, pecador, ¿dónde vas errante?” La lejanía del peregrino se ha transformado en cercanía de Dios, en apertura a esa trascendencia que busca con afán nuestro espíritu.

El Santuario es, ciertamente, espacio de encuentro y de perdón. Da calidez al corazón del hombre y recompone sus fracturas.

Intenta comprender el sentido de la cruz, de tu cruz. Aquí confluyen muchas vidas dispares y complejas, algunas deshechas. Ojalá encuentres en este lugar un oasis vivificador.

CONFESIONES: solicitar a la Parroquia

Para la Unción de Enfermos conectar con el arzobispado (arzobispado@archidiocesisgranada.es)

 

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