Cuando Granada despertó, y alzó sus brazos al cielo los recibieron las manos amorosas de una Madre siempre abiertas, el cálido manto que ciñe su cuerpo y deja espacio para acurrucarse en él, como el lugar más cálido y seguro del mundo y unos ojos bajos de preocupación, de oración, de vivencias acumuladas en el corazón…que aún hoy no llego a escrudiñar por temor a hacerla llorar.
La primera vez que estuve ante ella, apenas tenía unos días de vida, en un caluroso mes de junio de 1979, mis padres me sostenían, y con lágrimas en los ojos y mejillas ruborizadas, me envolvieron en el espléndido manto que me aseguraba bendición, protección y arraigo de por vida. Era el día en que mi familia se ampliaba universalmente con el Bautismo que me hacía hija de Dios, hija de la Iglesia y hermana con todos los cristianos.
Los años pasaron y las visitas a casa de nuestra Madre, eran continuas, las catequesis, la primera confesión, aprender a rezar y orar, las misas dominicales o aquellas que traían una celebración a la familia, la ofrenda de flores y la procesión de septiembre acompañándonos (Ella a nosotros y viceversa), los paseos por la Carrera y el Salón, sin pasar de largo sin antes rezar un Ave María y una Salve desde las entrañas.
La vez primera que recibía a Jesús bajo su mirada emocionada por unirme con su Hijo y ser uno solo para llevar Su Palabra. Todos estos recuerdos infantiles y felices, que marcarían por siempre mi deambular por la vida.
Y seguían los años, sin saber lo bienaventurada que era, por ser niña cuidada y mimada por Dios, apartada para Él y su Reino. Muchos años fuera de Granada, pero las raíces fuertes de una fruta que se desgranaba dando sabor y saciando sed me acompañaban y nutrían… aún sin saberlo.
Llegó el regreso inesperado (así como suceden las mejores cosas) a la ciudad de los artistas, las culturas, el embrujo y el amor de todos por una misma Madre, apareciendo en días de ventura muchos ángeles enviados por Dios, para llevarme a unirme y dar testimonio como cristiana, Hermana Cofrade en la Hermandad que nació entre labradores y que continua en el campo de la vida abriendo surcos de solidaridad, cepas, causas y cariño para con los más pobres, manteniendo unidos a los granadinos en torno al hornillo del amor de nuestra Madre y Señora, como me gusta llamarla.
El 9 de febrero de 2020, tuve el honor de ser acogida en la familia de la Hermandad con los brazos abiertos, con felicitaciones y alegrías por ampliar una familia que intenta desde su más primigenio honor ser manos abiertas, manto acogedor y mirada humilde con los más pobres…y desde entonces, confirmada como hermana cofrade,un pequeño pañuelo de mi Madre y Señora ronda mi corazón acompasándolo por siempre con el suyo, despertando Granada con los brazos hacia arriba.
Carmen Belén Moreno García
Hermana Cofrade
