La Virgen de las Angustias de Granada, una devoción universal

Parece innecesario justificar que la devoción a la Virgen de las Angustias -y más concretamente, a la Virgen de las Angustias de Granada- va a más aliá de esta tierra que, «a sus plantas postrada es hoguera de fe y de amor». En toda Andalucía, en toda España, la Virgen de las Angustias, la de bello origen que cuenta la tradición, acoge la oración del cristiano y media ante su Hijo por todos nosotros. La Virgen María, es verdad, es querida en las más diversas y bellísimas advocaciones que se puedan imaginar y que cada país y cada pueblo, crea para hacerla más suya y más próxima, a veces sin necesidad, porque una madre – esté donde esté- es el ser más cercano a un hijo que la necesite. La Virgen María, con Jesús muerto en sus brazos es, quizás, en ese instante, el mayor ejemplo de sufrimiento y de amor y así, la Virgen de las Penas, María Santísima de las Angustias que contemplaba en la lejanía a su Hijo Atado a la  Columna -Jesús de la Paciencia-, es la Piedad de mármol blanco o la barroca Virgen de la Carrera, la de Guadix, o la de Málaga, o la de cualquier parte del mundo.

En unos meses el Papa, ese cuerpo que se ve deteriorado poco a poco conserva su esencia, esa roca que lo soporta todo («Tu es Petrum et Super hanc pretam aedificabo Eclessiam meam), irá hasta México para beatificar al indio Juan Diego, aquel a quien en 1531 (el mismo año de creación de nuestra Universidad de Granada), se apareció la Virgen de Guadalupe, Patrona de aquel querido país, que goza de la mayor devoción de toda América (y aún de todo el mundo cristiano). Lo que a Granada es la Virgen de las Angustias, lo es a México la de Guadalupe. Pero quiero referirme, en unas notas que son sólo una mera reflexión que quiero compartir, -por eso escribo-, a la emoción que puede sentirse por un granadino, cuando llega a algún rincón que nos parece lejano -México, en este caso- y tras visitar la Basílica de Guadalupe, el corazón de aquella tierra, se dirige por ejemplo, a la catedral y se acerca a aquel impresionante templo de piedra gris, con su sobrio exterior y sus más de 118 metros de largo en el que, como en todas las iglesias y capillas (y casas y despachos de aquel país) habrá, sin duda, una imagen (un cuadro) de la Virgen de Guadalupe, y tras rezar ante el sagrario se adentre -como cristiano o como turista- en aquella catedral y, nada más iniciar su recorrido, encuentre en la primera capilla de la nave derecha, un precioso retablo del año 1627, con un cuadro en su centro que representa a una Virgen Dolorosa, con su Hijo, muerto en los brazos. Allí. -como en tantos lugares-, nos llega la nostalgia de la tierra propia y de nuestra más íntima devoción.

Un pequeño recuadro, que luego se repite en las guías turísticas y en los libros especializados, dice: «Capilla de la Virgen de las Angustias de Granada». Allí se rezó a María, a la Virgen de Guadalupe, a la Virgen de las Angustias, y nos sentimos más hermanos de aquel pueblo querido, que comparte nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra fe. Para quienes hasta allí llevaron ésta, nuestro recuerdo y homenaje, y nuestro afecto sincero a aquel granadino, -no podía ser de otro lugar-, que también llevó hasta México nuestra devoción concreta.

Esto prueba una vez más que la Virgen de Septiembre -y de siempre-, la Virgen de las Angustias de Granada, es una devoción universal. Presentémosle una oración íntima a través de aquel cuadro evocador (sin olvidar en ella al Santo Padre que peregrina a Guadalupe a fin de año).

José Luis Pérez-Serrabona González

Historia y Devoción – Número 9 –  Año 2002

 

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