La Virgen nunca nos desampara

Hola amigos.

Siempre hay personas a las que, por las circunstancias de la vida, la Virgen las escoge para que tengan ellas el privilegio de poderla vestir; bajo la advocación que sea, cada una tiene sus camareras y el personal que Ella cree que necesita porque, por muchas camareras y personas que quieran tener ese privilegio, Ella escoge o hace que los responsables escojan a la persona indicada por Ella.

En 1892 llegó una señorita de una familia bien, acomodada, a casarse con un joven rico y heredero de una familia del pueblo.

Hicieron una boda como nunca se había visto; cuando la chica llegó a la iglesia, se fijó en una imagen de la Virgen de los Dolores que había en la Parroquia. Era preciosa. Se acercó a ella y le preguntó a su suegra por qué estaba tan abandona y tenía la ropa tan estropeada la Virgen. La suegra le contestó que porque nadie se había hecho cargo de arreglarla.

Hablando ella con su marido le propuso hacerse cargo de regalarle un ajuar a la Virgen de los Dolores y al mismo tiempo encargarse ella de vestirla y arreglarla. Esto sería su regalo de bodas para ella. A él le pareció una idea estupenda y ella se puso manos a la obra.

Habló con el sacerdote le planteó lo que habían pensado y este estuvo de acuerdo. Entre el matrimonio y el sacerdote pensaron tenerlo todo arreglado y hacerle una novena para el Viernes de Dolores.

Ella le hizo toda la ropa y se puso a prepararla para ir al día siguiente a vestirla. Estando organizándolo todo, llegó una de las criadas y le dijo:

-”Señora, María, la viuda, está muy mal y tiene a su hijo también enfermo, no tienen nada para comer”.

La señora le dijo:

-“Ve a la cocina, coge leche, pan, aceite y tocino y todo lo que quepa en el cesto”. La criada, obediente, hizo lo que le habían mandado.

Cuando salió de la casa se encontró con una mujer vestida de negro y un pañuelo en la cabeza que le preguntó que dónde vivía María, la viuda. La criada le contestó que ella iba de camino a su casa a llevarle unas cosas que le mandaba su señora y le dijo que, si quería, podía acompañarla.

Mientras hablaba con la mujer, había puesto el cesto en el suelo porque pesaba bastante, pero cuando se agachó para volver a cogerlo, al levantar la cabeza ya no había nadie. Ella no le dio importancia y se fue a la casa de María.

Al entrar en la casa se quedó helada. Allí estaban, madre e hijo en un colchón en el suelo tirados sin poder moverse. La criada encendió la lumbre y les calentó un poco de leche, se lo dio y se marchó. Cuando llegó a la casa le preguntó la señora que cómo los había dejado, le contestó la criada que probablemente estarían muertos para el día siguiente.

Al día siguiente cuando salió la criada a la calle, vio salir humo por la chimenea de la viuda y se extrañó. Fue a su casa y se la encontró dándole un jarrillo de leche al niño. Le preguntó muy extrañada qué había pasado para que se hubieran mejorado tan rápido y María le contesto, que por la noche le entró mucho sueño, se despidió de su hijo porque ella creía que era el sueño de la muerte y que entonces vio entrar a una mujer vestida de negro, les dio un caldo, había estado con ellos hasta por la mañana y cuando se había despedido le había dicho que se verían en la iglesia.

Al llegar la tarde de ese día, la señora, su suegra y la criada se prepararon para ir a vestir a la Virgen.

Cuando llegaron a la iglesia y la bajaron del altar donde estaba, la Virgen tenía todos los bajos del vestido llenos de barro. La criada dijo asustada que esa era la mujer que le pregunto dónde vivía María.

La señora solo dijo:

-“¿Dónde habrá estado esta peregrina la noche pasada?”

El sacerdote contestó que no era la primera vez que pasaba algo raro con ella. Esa imagen está todavía en el pueblo y es la más querida por todos.

La Virgen sabe dónde tiene que acudir, y nosotros sabemos que a Ella tenemos que acudir en momentos difíciles.

Recemos en estos momentos de pandemia a nuestra Madre en la advocación que cada uno quiera y que la Madre de Dios nos bendiga.

 

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