Lenguas de bronce para alabar a María

¡Oh, campanas de amanecer
en Granada!

(F. García Lorca)

Un signo distintivo de las iglesias son las campanas (indispensables para anunciar el culto y, por tanto, inexcusables en los lugares autorizados para el mismo), y más aún de las parroquias. Su vibrante sonido metálico se ahoga a veces en el fragor de los ruidos de la ciudad, pero están ahí. En el pasado tuvieron incluso una función más extensa, no sólo repicar y llamar a misa, o doblar a difuntos, además de dar la hora. Entonces, también tocaban a rebato, o marcaban el toque de ánimas, o alertaban de incendios en la ciudad o de otras contingencias, sin renunciar, por supuesto, a anunciar con alegría los grandes fastos de la Iglesia universal y también de la Iglesia local.

Pocas parroquias tienen el privilegio de contar con dos campanarios. La Basílica de las Angustias es una de ellas, lo que muestra lo ambicioso de su trazado barroco y a la vez la convivencia entre Parroquia y Hermandad, pues uno de los campanarios (el más cercano a la calle Puente de la Virgen), fue reconocido para la Hermandad por real cédula de 1761. Los característicos chapiteles que rematan las torres estaban concluidos hacia 1740 y diversos reparos acometió en ellas la Hermandad, que finalizaron cincuenta años más tarde; más recientemente se restauraron las torres en 1989.

 “Solamente por oír la campana de la Vela…” canta nuestro poeta. Le siguen en característicos sonidos las de la Catedral (con su impresionante “campana gorda”) y, por supuesto, las de las Angustias. Y aún cada Sábado Santo la “campanita clara” de la Torre la Vela alaba a las Angustias de María, de la iglesia de la Alhambra.

¡Torres de la basílica, campanas de la Patrona! Torres flamantes que albergan ocho campanas de bronce, las lenguas de gloria del templo mariano por excelencia de la ciudad. ¿Quién no reconoce a diario la melodía de su himno patronal o del himno de la Virgen de Fátima al dar las horas? ¿Cómo olvidar el voltear de campanas cualquier día de septiembre, al término de los cultos o de la Novena, y aún con emotiva intensidad el día de la ofrenda floral y el de la procesión patronal?

Sonidos inolvidables de unas campanas cuyo mecanismo se electrificó hace cincuenta años, en 1969. Hasta entonces se venían tocando a mano, como fue desde el principio de la parroquia, pues al primitivo campanario diseñado por Ambrosio de Vico en 1615 ya le esperaban tres campanas con los nombres de San José, San Ildefonso y Santa María. Y es que todas las campanas tienen nombre y las de Granada las conocemos por el espléndido estudio de Nieves Jiménez Díaz.

Tuve el placer de acompañarla en su subida a los campanarios de la Virgen y de ver el mimo con el que estudiaba una a una, desde la mayor (709 kg. de peso, fundida por José Corona en 1756) hasta el “esquilín” (con tan sólo 64 kg.); éste sin nombre y aquella llamada “María”. Están en el campanario de la Hermandad, así como la llamada “Nuestra Señora de las Angustias” (la más antigua junto al esquilín, pues se remontan a la construcción del templo barroco) y la costeada por unos devotos en 1886, como reza en su inscripción, para conmemorar la salud frente al cólera del año anterior (su nombre, incompleto, alude a la Stma. Trinidad) y la fundió Ricardo Díaz Muriel.

La información de Nieves Jiménez es exhaustiva. Las del campanario de la Parroquia, de más antigua a más moderna, se denominan “San José” (de 1757), “Nuestra Señora de las Angustias” (madrileña, del primer tercio del siglo XX, fundida por Constantino Linares), “Consolación” y “María Santísima de las Angustias” (la más pesada de esta torre, con sus 512 kg.), ambas de la Fundición de Manuel Rosas e Hijo, de Torredonjimeno, de comienzos de los años 50, bajo los auspicios de Mons. Fernández Arcoya. ¡Cómo no van a sonar bien con esos nombres!

Son muchos más los datos que nos ofrece la tesis doctoral de Nieves. Algunas son refundición de otras más antiguas, suelen tener inscripciones e incluso imágenes en relieve, como en varios casos la propia Virgen de las Angustias, o un calvario o el corazón atravesado por las siete espadas, no falta alguna antigua con la célebre expresión “Me hizo…”, seguida del nombre del autor, y en algunas se invoca a nuestra Patrona con el clásico “ora pro nobis”.

Pero más importante que su historia, es el sonido con el que a diario siguen pregonando a Granada la grandeza de la Virgen María y entonan, sonoras y vibrantes, su singular alabanza, que es la nuestra.

Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

 

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