Llega un nuevo septiembre y nos invita a vestir un nuevo traje. No es un traje de temporada, sí un traje de devoción y de autenticidad, que ha de lucir en los cultos, en la novena, en la ofrenda, en la procesión.
El rumor de gentes por la Carrera, los colores y sabores de comienzos del otoño, el sonoro ritmo de las campanas de la Basílica… Corre a ponerte tu traje. Ese traje capaz de contemplar la fe de un pueblo, ese traje sobrio y elegante, ese traje que cuida los detalles y es reverente en el trato del hermano, ese traje que se corona con medalla e insignia doradas…
El traje de septiembre no es un traje cualquiera. Te lo pones sólo por Ella. No es un traje concreto ni estricto, salvo el traje material del último domingo de septiembre, ese sí, bien lo sabes. No es un traje para una ocasión, sino para todo un curso. Ha de durarte hasta el próximo septiembre. Si no vienes a los actos de la Hermandad, a las iniciativas de la Hermandad, al servicio de la Hermandad una vez pasada la procesión patronal, le habrás sacado muy poco partido a este nuevo traje.
El traje de septiembre tiene unas calidades que saltan a la vista, que todos las ven y reconocen, de forma que si el tuyo no las tiene, no te lo pongas o no vengas con él, porque desentona escandalosamente.
El traje de septiembre está hecho a medida, y aun así tiene unas medidas estándar. Lo viste lo mismo el hombre que la mujer. Sus texturas son bien conocidas: es el traje de visitar a la Madre. ¿Quién visita a una madre con cara larga o gesto torcido, con murmuraciones o con resentimientos?
Este traje sabe de disponibilidad, de cordialidad y de buena educación, sabe de compañerismo y reencuentro, sabe de fraternidad y solidaridad (la Obra Social también va en las costuras de este traje, porque Caridad y Virgen María son inseparables). Sabe también de perdón de viejas rencillas, de reconciliación entre hermanos enfrentados, de respeto hacia el otro, de compromiso en el cumplimiento de las normas, de atención hacia el que la necesite, de reconocimiento del trabajo y el cometido de los demás, de escucha, de entrega, de amabilidad, de servicio, de arrimar el hombro, de aquí estoy para lo que haga falta…, de corazón.
Este traje es para disfrutar cuanto con él se haga, no para perturbar, entrometer o destruir. Para eso ya hay otros trajes. Este traje tiene un único semblante: la sonrisa.
Este traje, en realidad, está cortado, tejido y tintado a imagen y semejanza de María. Ese es su misterio. Esa es su grandeza. Y Granada, enamorada de la Virgen de las Angustias (nos lo va a demostrar una vez más y de qué manera), ve este traje, lo ve y lo reconoce.
Así que al fin llegó la hora. Corre, ponte el traje de septiembre y acude veloz hasta la Basílica, hasta las dependencias de la Hermandad. Será toda una alegría verte…. Y que este traje lo uses el año entero. Nuestra Patrona lo merece.
El Hermano Mayor
Miguel Luis lopez-Guadalupe Muñoz
