Virgen de las Angustias, defensora de las «Andalucías»

El título, cuando menos, suena curioso. He visto esta leyenda en una de las estampas grabadas que componen el acervo documental de nuestra Hermandad, fechada en los inicios del siglo XIX, concretamente en la Guerra de la Independencia. El grabado se muestra en nuestra exposición permanente.

Estampa y leyenda nos remiten a tiempos difíciles, de esos que a cada generación, también a la nuestra, le toca vivir. Las tropas napoleónicas al mando del general Murat avanzaron en 1808 con decisión hasta Madrid. Desde allí, donde comenzó la resistencia popular (el célebre Dos de Mayo), el avance hasta la periferia fue desigual. Desde luego, su discurrir hacia Andalucía conoció la primera llamada de atención en toda Europa a la supremacía militar de Bonaparte. Me refiero a la batalla de Bailén.

La expresión “Andalucías” alude a la realidad diversa de una región que aún no lo era, pues aglutinaba de forma especial a los tres reinos del valle del Guadalquivir, es decir Jaén, Córdoba y Sevilla, más el reino de Granada, con una identidad muy acusada. El plural Andalucías subraya, por tanto, esa variedad. Lo cierto es que en Bailén se unieron soldados de toda nuestra región. En las cajas de recluta de Utrera y de Carmona, por ejemplo, se alistaron numerosos voluntarios. Y de los tres cuerpos de ejército que se opusieron a las tropas de general francés (Dupont), el que estuvo en vanguardia fue el de soldados y voluntarios del reino de Granada, al mando del general Reding.

Se libró el 19 de julio de 1808 en las proximidades de Bailén y, aunque ciertamente no exceptuó a Andalucía de la invasión, este triunfo del general Castaños, que logró la capitulación del ejército enemigo el día 23, sí logró retrasarla y permitir avanzar en su trabajo a la Junta Suprema situada en Sevilla. Como señala el P. Hitos, el español era “un ejército bisoño, compuesto en parte de paisanos, y allegado tan apresuradamente, que muchos conservaban aún su antiguo y tosco vestido”. La acción de gracias a la Virgen de las Angustias, en la Catedral, fue solemne, en cuanto se tuvo noticia de la victoria.

Pero lo más entrañable se había vivido en las vísperas de la batalla, porque la Hermandad, conmovida por la juventud que se alistaba para el combate, puso en andas la Sagrada Imagen de Nuestra Señora de las Angustias en su templo, acercándola así a tantas madres y fieles como a Ella se encomendaban, suplicando los efectos benéficos de su “manto” protector. Completaba la indumentaria habitual de la Virgen la banda y el bastón de general, como el grabado la inmortalizó para la posteridad. Así estuvo los días 12, 13 y 14 de julio. Siempre presente, en medio de las escenas más humildes y angustiadas.

Fue así como, en horas aciagas, la Virgen de las Angustias, como Defensora, amplió su patronazgo a toda Andalucía.

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